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FRUTA CAÍDA BAJO EL PARAÍSO – CAPÍTULO 1

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El sol brillante, las vastas praderas, los campos verdes, y la brisa que hace cosquillear son lo que atrae en Marnia una ciudad turística en el suroeste.

La villa fue construida en las lúgubres afueras de la familia Altahart, conocida como la prestigiosa familia de Rechem, también fue famoso por su villa número 23. Todo fue construido con el estilo único de un buen arquitecto, era más una ciudadela para ser llamada sólo una “villa”, ese gran poder que tenían era comparable al de un reino. Eso es lo que Altahart tiene en Rechem, demostrando su gran estatus social, pero incluso si es tan agradable, la villa estaba llena de un aire gélido durante todo el año, y había tres razones principales para ello.

En primer lugar, todos los miembros de la familia Altahart vivían en casas adosadas en la capital, en segundo lugar, había más de 20 villas que eran propiedades de los Altahart en la provincia, excluida Marnia, y como tercer lugar, Marnia era demasiado aburrida para utilizar el poder de la información lo cual era la mayor fortaleza que poseía aquella familia, ya que habían amasado una fortuna astronómica desde del final de la guerra Blanca, por todo estos motivos la villa de Marnia permaneció abandonada por sus legítimos dueños durante bastante tiempo, aunque no había telarañas, ni polvo en el marco de las ventanas, ni en ninguna otra parte gracias a los empleados residentes que siempre lo arreglaron todo incluso si el propietario no estuviera presente. Los empleados no tenían duda de que esta villa era el mejor lugar para vivir y trabajar. No había ningún propietario que vigilara de cerca el abandono de deberes, y a pesar de la libertad que tenían los empleados, sus salarios eran ridículamente más altos que el de otras ocupaciones. Era un trabajo de ensueño en el que tanto los que entraban a sabiendas como los que entraban por casualidad querrían permanecer en aquel lugar por el resto de sus vidas.

Un viento suave soplaba a través del canto de los gorriones por la mañana, el sonido fuerte de las campanas de la iglesia comenzaba a sonar a la hora del almuerzo en la villa. Por la noche el cielo nocturno repleto de estrellas iluminaba el cielo. La villa de Marnia era un lugar tan hermoso y tranquilo como para presumir.

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Hay un dicho ocasional que dice que el aburrimiento es un dulce castigo de Dios para el ser humano, pero eso no funciona aquí en Marnia. El aburrimiento era una gran bendición. La Sra. Osborne, que trabajaba en la villa de Marnia desde hace tres años, expresó su máximo acuerdo. La rutina diaria era una felicidad merecida.

A las siete en punto era la hora en que comenzaba a trabajar, entonces miró alrededor de la villa y luego examino diligentemente el interior para ver si había algún problema.

Diez minutos antes del mediodía, se dirigió al dormitorio del tercer piso, luego la Sra. Osborne vio el correo que un cartero con boina había entregado después de andar en bicicleta por la mañana. Al entrar a su dormitorio, la señora se dirigió inmediatamente al escritorio, tomó un abrecartas que estaba colocado sobre un soporte elegante, cortando la parte superior del correo sellado para que así el propietario pueda ver la carta de forma más fácil. Entonces se escuchó el sonido del despertar de la vitalidad de la ciudad. Ding Dong, Ding Dong, el segundo sonido fue inusualmente fuerte, Ding Dong, era la tercera vez que sonaban las campanas de la iglesia, en el dormitorio se escuchó la voz de alguien molesto por el sonido, entonces la señora Osborne recorrió las cortinas de par en par, y la persona que dormía en la habitación se despertó vestido con un camisón, y su cabello despeinado, colocando sus pies sobre el suelo.

Señora…-Dijo un hombre con la voz muy baja que apenas podía oírse, acababa de despertarse cubriéndose la cara con las manos, mientras la Sra. Osborne que había terminado de clasificar la correspondencia, cruzó las manos y retrocedió unos pasos.

 

¿Cuánto tengo que pagar para que detengan las campanas? -Dijo el hombre que había sido interrumpido de su sueño por el sonido. Ya había pasado un mes desde que se vivía en Marnia, las campanas de la iglesia que sonó como un saludo a Dios, había resonado un total de doce veces antes de detenerse, aun así, ayer pensó que duraba un total de cinco veces. No sabía si mañana se despertaría antes de que suenen las campanas.

 

 

Buenos días, mi señor… -Dijo la señora Osborne inclinándose con calma.

 

El hombre froto sus sienes para ver si se trataba de una migraña leve. Su hermoso cabello rubio platino se balanceaba ligeramente.

 

Sí, malditos buenos días.

 

El brillo de su cabello rubio era deslumbrante, pero si había algo más exquisito que eso, era la cara del hombre. A pesar de que acababa de despertarse, fue suficiente para atraer la atención de cualquier mujer.

No había que ir muy lejos para encontrar tal belleza. La señora Osborne nunca había visto a un hombre tan bello en su vida.

El día comenzaba en la villa, la señora al inicio se atrevió a pensar que no era el dueño de esta segunda hermosa casa, sino un típico poeta errante que vivía de su propia imagen en el que sólo elegía a las damas que tenían dinero, recitaba dulces poemas de cortejo, y las seducía con tanta habilidad, por supuesto esa era una ilusión que fue rápidamente despojada de su mente al escuchar el vehículo que hacía un ruido como si fuese el rugido de un animal y luego de ver el certificado de propiedad que salía del maletero. Aparte de todo eso, la villa de Marnia que había estado descuidada y deshabitada por sus propietarios, de repente recuperó a su dueño de la noche a la mañana, hace un mes, por alguna razón, Ulrich Altahart el segundo hijo de la familia, había venido aquí sin séquito, por algún motivo.

Ulrich parecía medio despierto y confuso, su cabello se movía lentamente a través de sus ojos, era como ver el brillante sol en la playa. Luego se levantó de la cama y buscó su cigarrillo, tomando uno le dio un mordisco.

Sus ojos somnolientos se posaron sobre el correo que la señora Osborne había dejado, paso los dedos por el correo, no sabía de dónde venían, y de pronto agarro el tabloide de la parte inferior.

Mmm -Sus labios permanecieron juntos.

No sabía lo que el hombre estaba mirando. La señora Osborne también se había acercado para ver mejor.

Se adjuntó una fotografía al final del artículo que comenzaba con el titular: “¿La llegada del maestro? ¿Quién es el extraño de la villa vacía?”

Se mostraba una pequeña fotografía familiar de los Altahart que todo ciudadano de Rechem debe haber visto al menos una vez en su vida, mostrándose el rostro de Ulrich cortado en pequeños pedazos.

 

¿No es esto una fotografía que se distribuyó para ser utilizada como un cotilleo?

 

Sintiéndose insultado sacó el cigarrillo de su boca, haciendo un ruido tras aplastar el cigarrillo encendido donde salía su cara en la fotografía.

No importaba de qué lado era visto Ulrich, ya sea de perfil o de frente, era igual de bello como lo es una muñeca.

Ulrich miró a la señora Osborne.

¿Podría llamar a un abogado, por favor?

 

Sí, mi señor.

Era de esperar esa reacción. Esto elevaba a un número de tres periódicos con los que él había tomado acciones legales en Marnia. Viendo cómo iba la situación, era muy probable que el periódico que publicó ese artículo también perdería todo sin recibir un centavo.

¿Por qué todo el mundo hace un escándalo por no proteger los derechos de aquellos que están tratando de permanecer silencio?

 

Porque es una familia, así que es normal que todos estén interesados. –Dijo hastiado Ulrich Altahart.

Ulrich arrojó su cigarrillo encendido al cenicero y se sentó en la cama. La señora Osborne cruzó tranquilamente las manos frente a ella, mirando perezosamente por la ventana, como si disfrutara de su libertad en aquel lugar.

Maestro, recibí una llamada de la capital esta mañana.

 

¿No cortaste todas las líneas telefónicas?

 

 

Fue ayer, alrededor del mediodía, era una llamada del bufete de abogados de la capital para averiguar si la iglesia podía ser demandada por contaminación acústica.

 

Oh, cierto.

Ulrich que se había mostrado interesado, se volvió hacia la señora Osborne.

¿Qué dijiste?

 

Fue la misma pregunta que la última vez. ¿Cuándo tiene previsto volver a la capital?

 

Bien, eso es todo.

 

La conversación terminó rápido y ella trataba de ser cuidadosa para poder pedir algo y esperaba que aceptara su petición, por lo que se dirigió a Ulrich cortésmente.

 

Mi señor, yo.

 

¿Si?

 

 

Hay algo que me gustaría pedir permiso.

 

¿Qué es?

 

Creo que voy a tener que tomarme un descanso.

 

¿Vacaciones?

 

Sí.

Había una leve curiosidad y una extraña reprimenda en los ojos de Ulrich mientras miraba a la señora Osborne. La reprimenda era porque ella cuidaba la villa, pero al mismo tiempo sentía curiosidad por saber cuál era el motivo para ausentarse de su trabajo.

La señora Osborne, mirando sus ojos azules grisáceos, se inclinó diciendo el motivo.

Mi hija contraerá nupcias pronto.

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