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BOSQUE SALVAJE – CAPÍTULO 41

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Traducción: Claire

Corrección: Lau

 

CAPÍTULO 41

 
 

Incluso mientras construía la cabaña, Tarhan ayudó con el horario de caza establecido por Kahanti sin excepción alguna y durante la temporada de cosecha, también fue llamado para trabajar en el campo. Y en caso de inundación, solía ser el primero en movilizarse para quitar el enorme árbol caído en medio del sitio rocoso.

 

La cabaña terminada era casi la mejor de la tribu.

 

—En mi cabaña nunca gotea cuando llueve o se llega a sentir frío cuando sopla el viento. Es muy resistente. Es tan acogedor acostarse dentro y poder conciliar el sueño. Además la chimenea está bien conectada con el exterior, por lo que no hay forma de que se acumule humo dentro. E incluso puede soportar tormentas o granizo.

 

Tarhan nunca descuidó el mantenimiento de la casa.

 

Todos los años, se mezclaba con barro una papilla de hierba recién hervida, y se pintaba el exterior de la casa que había sido talada y se comprobaba que no hubiera obstrucciones en la chimenea. Se limpiaron las viejas cenizas y piedras del horno, se retiró el musgo del pozo y se repararon las pilas de piedras derrumbadas.

 

—Está un poco lejos del pueblo, pero…

 

Enya no pudo continuar.

 

Fue porque, naturalmente, le vinieron a la mente los acontecimientos de la época en que Tarhan empezó a buscar un lugar donde situar la cabaña.

 

En ese momento, Tarhan pensó que la razón por la que Enya colapsaba todo el tiempo era debido al mal ambiente, pues era débil y no se curaba adecuadamente una vez se postraba en cama. Trató de dejar de mudarse en cabañas abandonadas que no brindaban calor ni permitían circular el aire en absoluto.

 

Sin embargo, no había muchos lugares donde vivir que un niño sin posesiones, que apenas había realizado la ceremonia de mayoría de edad, pudiera optar debido a la oposición de los mayores. Fue empujado de regreso donde no vivía nadie pues los propietarios lo rechazaron todo el tiempo.

 

‘No hubo una mano amiga, así que tuvo que construir una casa en el suelo donde no había nada…’ (Pensamiento)

 

Enya elaboró las alfombras para la cabaña una vez terminada con su tejido retorcido. Los tapices de las paredes fueron bordados por sí mismo y los jarrones colocados junto a la cama fueron hechos a mano. Tarhan los horneó él mismo, los glaseó y se los entregó sin decir una palabra.

 

Enya puso tréboles y dalias en estos. Cada vez que Tarhan pasaba junto a ellos, echaba un vistazo a los jarrones e intentaba evitar que las comisuras de sus labios se alzaran.

 

Enya pensó en su hogar y mantuvo la boca cerrada.

 

—¿Tienes fiebre…? ¿Por qué tienes los ojos tan rojos otra vez?

 

Leroy acarició la mejilla de Enya con su dedo índice, preocupado. Enya le palmeó la mano con nerviosismo.

 

Entonces Leroy se apartó de ella y murmuró burlonamente.

 

—Dicen que si lloras así, una araña esqueleto te atrapará en el bosque de Nervana.

 

Enya miró a Leroy con ojos en blanco.

 

—Co-como sea, Tarhan hizo esa cabaña por mí. También es muy bonita.

 

Luego añadió unas palabras para darle un consejo a Leroy.

 

—Si-si no eres tan amable y no pones mucho esfuerzo, las mujeres ni siquiera entrarán en tu cabaña, mucho menos te mirarán a los ojos, ¿lo sabes, verdad?”

 

—Ahh, las mujeres realmente dan miedo. Después de que Yaru se hiciera de Nihitan, este asa y hierve tal como pide esa mujer. Aunque lo controla completamente a su gusto, éste no se da ni cuenta.

 

Leroy se encogió de hombros mientras decía esas palabras.

 

Enya le dio una palmada en el hombro a Liroy mientras lo miraba como si fuera su hermano menor. Como era de esperar, solo le dolió a ella la mano.

 

El maravilloso banquete con la gente del Bosque de Nervana estaba llegando a su fin. Los jóvenes que disfrutaban incansablemente de su tiempo mas allá del fuego de leña, uno a uno, fueron quedándose dormidos con bebidas en las manos.

 

Kiyan y otros ancianos miraron a esos jóvenes como si fueran patéticos y los empujaron con las piernas para que reaccionaran y pudieran dormir dentro de inmediato.

 

Enya también recuperó el sentido después de notar que había oscurecido y se encontraban a mitad de la noche. Miró a su alrededor en busca de Rigata.

 

Rigata, a quien encontró poco después, estaba un poco desorganizado como se esperaba, pero seguía bebiendo cerca del Gerfan en el que habían viajado con una mirada clara.

 

Enya se sorprendió al encontrar una marca roja en la parte posterior de su cuello que nunca antes había visto.

 

‘… No tengo que lamentar haber disfrutado del banquete sola’ (Pensamiento)

 

Con ese pensamiento en mente, Enya subió al Gerpan con la ayuda de Rigata, y pronto encontró a Kiyan y Piarka acercándose a ella.

 

—Gracias por venir hoy. Fue un placer pasar con ustedes dos.

 

Piarka los siguió, diciendo que los despediría con una sonrisa educada.

 

Enya acordó que Piarca los acompañaría hasta la entrada de Aguilea luego de disuadir a Rigata que se negaba.

 

—Me aseguraré de volver a verte pronto.

 

Kiyan sostuvo la mano de Enya durante mucho tiempo con una mirada inquebrantable y no la soltó por un tiempo.

 

Enya no pudo estrechar su mano a pesar de la intensa mirada de Kiyan, pero pudo partir después de un tiempo.

 

Después de llegar a la entrada del pueblo, incluso después de separarse de Piarka, los dos condujeron el gerpan durante bastante tiempo. Esto se debía a que Tarhan y su cabaña estaban más lejos que las casas de otras personas.

 

¿Cuánto tiempo anduvieron en el gerpan? Fue en el momento en que pasaban por el pueblo. De repente, se escuchó un fuerte ruido a su alrededor.

 

—¡Los caballos se han escapado! ¡¡Date prisa y pide ayuda !!

 

Toda la aldea fue puesta patas arriba por la conmoción.

 

Enya miró a Rigata con mente ansiosa. Él también frunció el ceño al mirar alrededor de la aldea donde se estaba produciendo una conmoción, mientras ponía una mala expresión.

 

En ese momento, una figura que parecía conocer a Rigata corrió rápidamente hacia algún lado y se acercó a él.

 

—¡Sir Rigata! ¡Está aquí!

 

—¿Qué está pasando?

 

Preguntó, frunciendo el ceño. Se mostraba un poco preocupado.

 

—Parece que las jaulas de los caballos que se encargan del transporte de mercancías por la carretera norte se han roto. Docenas de caballos se volvieron locos y huyeron a la vez…

 

Entonces, la expresión de Rigata se oscureció de inmediato.

 

—¿Dónde está el cacique?

 

—Acababa de terminar una reunión con los ancianos y se dirigían al granero.

 

El granero se encontraba a solo unos minutos de allí. Rigata miró a Enya mientras ignoraba el impulso de dejar escapar una maldición.

 

Enya respondió rápidamente.

 

—No te preocupes por mí, vete, date prisa. Conozco el camino a casa desde aquí.

 

Rigata endureció su expresión y expresó.

 

—No es posible. El cacique ordenó personalmente que llevara a Enya ante él una vez estuviéramos de regreso.

 

Entonces el ruido de los caballos se hizo más fuerte. Incluso si dos o tres hombres lo aferran entre sí, es difícil someter a un caballo salvaje, pero si los que huyeron eran decenas de caballos entonces era muy probable ocasionaran muertes.

 

El depósito de grano donde se dijo había ido Tarhan no estaba muy lejos de allí. Estaba ubicado en la zona del pueblo a solo unos pasos de distancia.

 

Enya se dirigió rápidamente a Rigata.

 

—Mi cabaña está un poco lejos de aquí, pero si es el granero, está a solo unos pasos de distancia desde aquí. Si Tarhan está allí, iré yo misma. Rigata debe ayudar a esa gente.

 

Ante esas palabras, la expresión de Rigata se volvió pensativa. Luego, lanzando una maldición, preguntó a Enya en voz baja.

 

—¿Estás realmente bien con eso?

 

Enya asintió rápidamente.

Rigata se dio la vuelta en un instante y le dio instrucciones al hombre que los miraba con ojos ansiosos.

 

—Coge todas las cuerdas del almacén y toma prestados los caballos del pueblo vecino. ¡De prisa!

 

Rigata desapareció rápidamente con el hombre.

 

Enya se apresuró al granero después de verlos saltar hacia adelante y someter a uno de los caballos que se abalanzaba sobre ellos.

 

Se vio una gran choza designada como área de almacenamiento de granos entre los almacenes densamente poblados en la aldea vecina.

 

En el área circundante yacían regados morteros de mano, hoces rotas y betún, pero las canastas parecían haber llegado correctamente, considerando todo lo esparcido al azar.

 

En ese momento, una persona salió por la entrada del granero. Enya se sobresaltó instintivamente y se escondió contra la pared.

 

Su expresión se oscureció después de confirmar quién era. Abisak.

 

Tan pronto como vio su cabello rojo siendo agitado por el viento, el corazón de Enya comenzó a latir dolorosamente.

 

‘Dijo que Tarhan definitivamente estaba con los ancianos…’

 

Por supuesto, Abisak no estaba sola. La criada que siempre la seguía como una sombra, que parecía haber estado esperando afuera, rápidamente la vistió con un abrigo. Abisak finalmente desapareció en la oscuridad con la criada.

 

Sintiendo su corazón latir con fuerza, Enya se dirigió con cuidado a la entrada del almacén por donde había salido Abisak. Una luz se filtró por la puerta entreabierta. Ese hombre dijo que Tarhan definitivamente estaba con los ancianos, pero ésta no pudo distinguir gran presencia humana en el interior.

 

‘¿Estabas aquí a solas con Tarhan?’ (Pensamiento)

 

Al cruzar esa idea por su cabeza, Enya se encogió de hombros sorprendida.

 

No estaba bien dudar de Tarhan por algo así. Pero, curiosamente, su pecho dolía y podía sentir un cosquilleo en la garganta.

 

‘Pero Abysak es una forastera, por lo tanto el acceso al granero de Aguilea está estrictamente prohibido para ella…’

 

Enya tragó saliva seca y abrió suavemente la puerta del granero donde le dijeron que Tarhan se encontraba. La puerta bien engrasada se abrió silenciosamente.

 

—Tarhan…

 

Mientras cerraba los ojos viéndose cegada momentáneamente por el almacén brillantemente iluminado, Enya llamó suavemente el nombre de Tarhan.

 

Sin embargo, el hombre que esperaba no se encontraba en el granero.

 

Gernan, cuyos ojos se agrandaron, dio media vuelta y miró hacia ella.

 

Enya huyó como una rana que se encuentra con una serpiente sin más tiempo para pensar en ello.

 

Sin embargo, sin poder dar más que unos pasos, la parte posterior de su cabello fue atrapada y arrastrada hacia el interior del almacén.

 

—¡U-ukh…!

Sus ojos se oscurecieron. Al mismo tiempo, se produjo un dolor intenso en el cuero cabelludo. Sin importarle el dolor que estaba ocasionando, Gernan la agarró imprudentemente del cabello y la arrastró hasta el centro del almacén.

 

Luego, dándole una patada, trepó por el cuerpo de Enya, quien trataba de levantarse y huir de nuevo.

 

—¿Qué? Me estaba preguntando si estaba imaginando cosas. Realmente es Enya.

 

Gernan, presionando sobre el cuerpo de Enya, entrecerró los ojos con sorpresa y expresó. Enya frunció el ceño ante el desagradable olor a hojas de tabaco que emanaba de su boca.

 

En un instante, su cuerpo, envuelto por el miedo, se puso rígido y no pudo pensar en más.

 

Los ojos de Gernan, mirando a Enya, se oscurecieron. Por mucho que jadeara y tratara de apartarlo, el cuerpo del hombre que la agarró y presionó hacia abajo permaneció inmóvil.

 

—No esperaba que vinieras así cuando estaba de tan mal humor.

 

—Hu-huk ¡Suéltame…!

 

Los ojos de Gernan brillaron maliciosamente mientras miraba a la mujer que luchaba bajo su cuerpo.

 

 

Continuará…

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